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Cada 3 de diciembre se celebra el Día Internacional del Médico, en honor al nacimiento de Carlos Juan Finlay, científico cubano que descubrió que el «Aedes aegypti» transmitía la fiebre amarilla. Su hallazgo transformó la salud pública en América Latina y simboliza la esencia de la medicina: investigar, prevenir y salvar vidas.

En el Perú, esta conmemoración adquiere un sentido especial. Aunque el país ha avanzado, persisten importantes brechas: hacia 2022, había solo 1.6 médicos por cada 1.000 habitantes, una cifra por debajo del promedio regional. Además, la distribución es desigual: mientras Lima concentra profesionales, muchas zonas rurales y amazónicas cuentan con un solo médico para comunidades enteras. La falta de especialistas apenas 42 por cada 100.000 habitantes agrava la situación.

Aun así, cada día miles de médicos sostienen el sistema de salud desde hospitales, postas y consultorios. Su labor se refleja en historias silenciosas: guardias interminables, jornadas en territorios remotos y decisiones que cambian vidas. En esos espacios, la medicina se vuelve vocación, servicio y humanidad.

Para los estudiantes que sueñan con ser médicos, esta fecha invita a reflexionar sobre el profesional que el país necesita: comprometido, sensible a las desigualdades, dispuesto a actualizarse y capaz de integrar ciencia, tecnología e innovación.

El 3 de diciembre es, sobre todo, un recordatorio de por qué elegimos sanar. Un homenaje a quienes han dedicado su vida a cuidar la de otros y a quienes, guardia tras guardia, siguen escribiendo la historia de la medicina en el Perú.

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