Por: Celene Alata Carhuavilca ~
Nos puede haber pasado que hemos considerado como innovación alguna de estas ideas erróneas, ya sea por desconocimiento o porque alguien nos comentó lo contrario.
En los próximos párrafos podrá encontrar reflexiones y ejemplos sobre 5 ideas erróneas que comúnmente tenemos cuando pensamos en innovación educativa. Esta no solo se trata de incorporar tecnología, hacer algo espectacular, cambiar algo por otro, hacer algo por moda o improvisar.
Innovar en el aula está más relacionado con la planificación, con mejorar procesos y experiencias en los estudiantes, y evaluar resultados para seguir mejorando e incorporando prácticas significativas en el proceso de aprendizaje.
Ideas erroneas
Incorporar alguna tecnología nueva
Innovar en una clase no se trata de utilizar alguna herramienta tecnológica. Es preciso tener claro que la innovación no tiene que ver con la tecnología. A veces, puede ser un freno. Hay que comprender que la tecnología educativa es un medio para alcanzar los objetivos pedagógicos (Gardo, 2015). Por ejemplo, no nos debemos quedar con cambiar la evaluación en papel a una evaluación en línea. Es necesario analizar qué más podemos hacer o cómo podemos beneficiar a nuestros estudiantes con la información que esa actividad nos brinda para mejorar la experiencia de aprendizaje.
Bajo esta idea errónea podemos encontrar a personas que se centran solo en las herramientas digitales y dejan de lado la estrategia educativa. Estas personas se concentran en formarse a nivel técnico en el uso de alguna tecnología, pero luego se cuestionan cómo debería introducirse en el aula (Sanchez, 2021). Por ello, la importancia de la planificación de la clase, en donde se detalle las estrategias, los recursos y actividades a realizar para generar un aprendizaje significativo en los estudiantes.
Hacer cosas nuevas, divertidas o espectaculares
Si estás pensando incorporar algo nuevo o espectacular en tu clase para innovar de alguna forma, podrías estar cometiendo un error. La innovación es una forma nueva de realizar un proceso o generar un producto/servicio, y que este genere a su vez un valor a sus usuarios, en este caso nuestros estudiantes. En educación, la innovación cubre una necesidad de forma más eficiente que antes, y el usuario lo encuentra útil, no podemos pensar en imponer algo nuevo solo porque se ve espectacular (Ineditviable, 2015).
Sustituir un recurso por otro
Hemos visto mucho aquella imagen en donde las clases se siguen desarrollando de la misma forma desde los setentas. Donde tenemos al docente delante de un pizarrón y los alumnos tomando nota. Con el pasar de los años la imagen sigue siendo la misma y solo han cambiado los recursos que usa el docente, pero la forma en cómo se desarrolla la clase sigue siendo la misma.
De igual manera, nos puede estar ocurriendo a la hora de innovar. Consideramos que reemplazar un recurso por algo digital ya es una gran cambio, cuando debemos evaluar si ese cambio está generando un impacto positivo en el proceso de enseñanza y en la forma en cómo esta se realiza.
Por ejemplo: si hay una tecnología tan potente como una tableta y la usamos como se usa un libro o cuaderno tradicional, mejor hay que pedir al alumnado libros impresos, ya que en este caso estamos sustituyendo el papel por una pantalla (Sanchez, 2021).
Incorporar recursos por moda
La novedad siempre llama la atención, pero la innovación no está relacionada con ella. Muchas veces nos hemos visto cautivados por lo que se viene haciendo en otros lugares o por otras personas, entonces creemos que si nosotros hacemos lo mismo estaremos haciendo algo diferente, novedoso o hasta innovador. No hay idea más errónea que esa. No podemos considerar que incorporar algún recurso, estrategia o material educativo solo por moda o novedad nos ayudará a generar una experiencia adecuada. Innovar involucra conocer a los usuarios, identificar el contexto, analizar las necesidades y otros procesos que nos ayudarán a generar un impacto positivo y significativo.
En educación, la innovación no se enfoca en usar la última herramienta de moda, hacernos expertos en ella y olvidar la pedagogía. No podemos adaptar todo el proceso educativo (alumnado, contenidos, tareas…) a lo que permite hacer o no esa herramienta, solo porque está de moda (Sanchez, 2021).
Improvisar en el camino
El proceso de innovación educativa debe ser planeado, sistemático y riguroso para que pueda cumplir con el propósito de generar cambios en la estructura escolar (Gonzalez & Hennig, 2020). Caso contrario, nos encontraremos con opciones de innovación que aparecen y desaparecen en el tiempo. Improvisar para innovar no es la clave para generar un cambio significativo en el proceso de enseñanza.
No se puede cambiar todo de golpe, y a la vez, hace falta ser analíticos para detectar aquellas dinámicas que aunque no sean especialmente “innovadoras” funcionan y dan buenos resultados (Gardo, 2015).
Es evidente la necesidad de innovar en educación ya que el proceso formativo es uno de los más importante de nuestra sociedad, dado que este genera un impacto positivo en las personas. Por ello, es importante encontrar estrategias innovadoras que sirvan de aporte para una educación de calidad y para un aprendizaje significativo y trascendente en los estudiantes, ya que su formación es esencial para el logro de sus objetivos profesionales y personales.
En ese sentido, “la innovación debe permitir mejorar el proceso de enseñanza y de aprendizaje, y que redunde en óptimas condiciones para la integración en las prácticas pedagógicas, la comunicación educativa, los procesos evaluativos, el seguimiento, y en general todas aquellas acciones que permitan al sistema educativo operar con eficiencia y por el bienestar de las agentes que en él están implicados” (Gonzalez & Hennig, p.8, 2020).