La educación universitaria actual debe reinventarse constantemente para responder a las nuevas exigencias del entorno. Formar profesionales con pensamiento crítico y habilidades prácticas no puede lograrse mediante modelos tradicionales. Es aquí donde las metodologías activas cobran protagonismo, al generar experiencias de aprendizaje dinámicas y centradas en el estudiante.
Una investigación reciente, llevada a cabo por docentes de la Universidad Técnica de Ambato y UNIANDES en Ecuador, respalda esta afirmación. El estudio destaca que, más allá de mejorar el desempeño académico, este enfoque didáctico favorece el desarrollo de competencias fundamentales como la autonomía, la creatividad, la colaboración y la resolución de problemas (Mayorga-Ases et al., 2024).
Lo que aporta enseñar activamente
Incorporar al estudiante como protagonista del proceso formativo transforma su rol: ya no es receptor pasivo de información, sino constructor activo del conocimiento. Este cambio metodológico permite aprendizajes más duraderos, significativos y aplicables a contextos reales. Algunos efectos positivos incluyen:
Imagen elaborada en colaboración con napkin.ai (2025)
Como expresan los autores del estudio citado, estas prácticas “fomentan una participación más activa y motivadora, ya que el estudiante enfrenta situaciones reales que demandan aplicar sus saberes” (Mayorga-Ases et al., 2024, p. 197).
Lo que aún se debe mejorar
Aunque los beneficios son notables, el camino hacia su implementación no está libre de obstáculos. Entre los desafíos más comunes figuran la resistencia al cambio en algunos docentes y alumnos, la falta de infraestructura o recursos adecuados, y la necesidad de repensar los sistemas de evaluación, aún centrados en pruebas memorísticas que no reflejan habilidades como la innovación o la cooperación.
Aun así, con una política institucional clara, formación continua al profesorado y una planificación contextualizada, es posible integrar estas metodologías de forma efectiva.
Universidades que ya aplican metodologías activas:
Estrategia central: Aprendizaje Basado en Retos (ABR), dentro del Modelo Educativo Tec21.
Ejemplo destacado: Estudiantes de primer año resuelven problemas reales en colaboración con empresas y ONGs.
Resultado: Mayor nivel de empleabilidad y desarrollo de competencias clave.
Metodologías activas implementadas: Nano retos, escape rooms, aula invertida y Design Thinking.
Caso aplicado: Escape room financiero en la carrera de Contabilidad, centrado en análisis de estados financieros.
Impacto observado: Mejor comprensión conceptual y fortalecimiento del trabajo colaborativo.
Modelo adoptado: Clase invertida y aprendizaje experiencial.
Ejemplo concreto: A través de Conecta-TE, los alumnos acceden a contenidos previos y los aplican en actividades prácticas.
Resultado: Aumento de la autonomía y de la retención del conocimiento.
Técnica destacada: Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP).
Práctica: Participación estudiantil en proyectos empresariales desde el primer año, integrando saberes de distintas materias.
Resultado: Fortalecimiento de liderazgo, trabajo en equipo y pensamiento crítico.
Aplicación en Salud: Clase invertida en la carrera de Enfermería.
Implementación: Estudio autónomo antes de clase y simulaciones clínicas durante la sesión presencial.
Resultado: Aumento de la implicación del estudiante y del aprendizaje práctico.
Metodologías aplicadas: Aula invertida, ABP y trabajo colaborativo.
Fuente: Estudio de Mayorga-Ases et al. (2024).
Resultado: Incremento del rendimiento académico y mejora en habilidades interpersonales.
Las evidencias reunidas muestran que enseñar de forma activa no es una simple tendencia: se trata de una necesidad urgente en la educación superior. Formar profesionales capaces de enfrentar desafíos reales exige ir más allá del dictado de contenidos. Requiere generar espacios donde el estudiante explore, cuestione, interactúe y proponga soluciones. Porque enseñar no es solo informar: es transformar.
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