Vivimos en una era donde los datos están en todas partes, y la educación no es la excepción. Cada clic que hacemos en una plataforma educativa, cada tarea entregada y cada minuto dedicado a una lección virtual generan información valiosa. ¿Y si pudiéramos usar esos datos para mejorar la forma en que aprendemos y enseñamos? De eso se trata la analítica del aprendizaje o learning analytics.
¿Qué es exactamente la analítica del aprendizaje?
La analítica del aprendizaje es el proceso de recopilar, medir y analizar datos sobre los estudiantes y su contexto, con el fin de comprender mejor cómo aprenden y cómo podemos ayudarles a mejorar (Siemens & Long, 2011). Este enfoque permite que los docentes y las instituciones educativas tomen decisiones informadas para personalizar la enseñanza, detectar a tiempo dificultades y potenciar el rendimiento académico.
Suena complejo, pero en la práctica significa usar datos reales para responder preguntas clave como: ¿Qué estudiantes podrían estar en riesgo de abandonar? ¿Qué temas les resultan más difíciles? ¿Qué tipo de actividades promueven mayor participación?
¿Por qué es tan importante en la educación digital?
En el entorno digital, la cantidad de datos disponibles se multiplica. Desde los sistemas de gestión del aprendizaje (como Moodle) hasta plataformas de video, foros o evaluaciones online, todo deja un rastro que puede ser analizado.
Con esta información, los educadores pueden:
Además, la analítica permite anticiparse a problemas. Por ejemplo, si un estudiante deja de participar o baja su rendimiento, el sistema puede alertar al docente para que intervenga antes de que sea tarde (Ferguson, 2012, citado en Dupuoy, 2025).
¿Y cómo se benefician las instituciones?
Las universidades y centros educativos también obtienen grandes ventajas:
¿Qué desafíos quedan por delante?
Aunque el potencial es enorme, aún hay retos que debemos enfrentar:
¿Hacia dónde vamos?
La analítica del aprendizaje está ayudando a transformar la educación en algo más humano, personalizado y eficiente. No se trata solo de usar tecnología, sino de usarla con propósito. Al entender cómo aprenden nuestros estudiantes, podemos acompañarlos mejor, anticiparnos a sus dificultades y prepararles para un mundo en constante cambio.
En resumen, los datos bien usados no deshumanizan la educación, la enriquecen.
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