En el pasado, la educación superior solía ser accesible únicamente para las personas adineradas. No obstante, a partir de finales del siglo XX, la enseñanza superior se ha vuelto más accesible en muchas partes del mundo. La irrupción de la economía centrada en el conocimiento en las sociedades postindustriales y el crecimiento de las clases medias en los países en desarrollo han generado una demanda considerable de educación superior. Esto ha llevado a una expansión del sector terciario, lo que ha dado lugar a un aumento de las instituciones de educación superior privadas, especialmente en África (Altbach et al., 2009).
Las instituciones de educación superior ocupan una posición estratégica para desarrollar y proporcionar oportunidades de aprendizaje continuo, independientemente de la edad o el trasfondo de los estudiantes. Esto se debe a su condición como centros de excelencia en la producción de conocimiento. Las IES tienen la capacidad no solo de enseñar de manera convencional programas como licenciaturas, maestrías y doctorados, según la Clasificación Internacional Normalizada de la Educación (CINE), sino también de desempeñar un papel clave en la promoción del aprendizaje más allá de los salones de clase, en sintonía con su histórica misión de fortalecer habilidades y contribuir al progreso del conocimiento.
Además de su labor académica y de investigación, las instituciones de educativas de nivel superior enfrentan la responsabilidad de adaptarse a los cambios y necesidades emergentes. Sin embargo, es crucial resaltar que el Estado desempeña un rol esencial al garantizar la continuidad del aprendizaje a largo plazo, mediante la creación y aplicación de leyes que fomentan la educación, la innovación y la investigación en toda la nación.