La creciente complejidad de los problemas sociales, ambientales, tecnológicos y culturales del siglo XXI —como el cambio climático, la desigualdad, las crisis sanitarias o la inteligencia artificial— ha evidenciado las limitaciones del conocimiento fragmentado. Frente a ello, el aprendizaje interdisciplinario y transdisciplinario se plantea como una alternativa para formar personas capaces de pensar de forma crítica, sistémica y creativa, integrando múltiples perspectivas para abordar desafíos reales y generar impacto social.

Imagen creada con IA Microsoft Designer 21/05/2025
El aprendizaje interdisciplinario es un enfoque que promueve la interacción estructurada entre dos o más disciplinas para abordar temas, resolver problemas o generar nuevo conocimiento. Supone una integración significativa de marcos teóricos, métodos, lenguajes y criterios de cada disciplina para construir una comprensión más profunda, holística y funcional que la que permitiría una sola área por separado.
No se trata de una simple yuxtaposición de saberes (“multidisciplinariedad”), sino de un proceso de colaboración reflexiva donde se negocian significados, se establecen puntos de convergencia y se construyen marcos comunes de análisis. Este enfoque enriquece la formación al permitir al estudiante comprender cómo se complementan diversas formas de conocimiento ante situaciones del mundo real.

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El aprendizaje transdisciplinario lleva esta integración un paso más allá: no solo vincula disciplinas académicas, sino que trasciende las fronteras de la universidad, involucrando a actores de la sociedad en la co-construcción del conocimiento. Comunidades locales, empresas, ONGs, instituciones públicas y portadores de saberes tradicionales se convierten en aliados en el proceso formativo.
Este enfoque reconoce que los conocimientos científicos no son los únicos válidos para comprender y transformar la realidad. Lo transdisciplinario busca resolver problemas relevantes en contextos reales, integrando diferentes racionalidades, cosmovisiones y criterios de validación. Así, el aprendizaje deja de ser solo académico y se convierte en una experiencia de transformación individual y colectiva, tanto para estudiantes como para las comunidades involucradas.
Ambos enfoques comparten una visión del aprendizaje como proceso activo, contextual, colaborativo e integrador, centrado en la construcción de sentido más que en la memorización de contenidos. Buscan formar personas capaces de:
- Pensar desde múltiples perspectivas y niveles de análisis.
- Trabajar en equipos diversos con visión crítica y empática.
- Articular teoría y práctica en contextos sociales dinámicos.
- Afrontar la incertidumbre y diseñar soluciones con impacto.
Su adopción en la educación superior está alineada con principios de justicia social, sostenibilidad, innovación abierta, educación basada en competencias y compromiso público de la universidad.
CARACTERÍSTICAS
- Parte de problemas reales, complejos y abiertos, no reducibles a una sola área del conocimiento.
- Promueve la integración de teorías, metodologías y lenguajes de diferentes disciplinas de forma articulada.
- Implica colaboración horizontal entre docentes, estudiantes y en ocasiones, actores sociales o del entorno.
- Fomenta una visión sistémica, ética y situada del conocimiento y su impacto.
- Requiere cambios en la forma de diseñar asignaturas, proyectos, procesos de evaluación y estructuras curriculares.
Ejemplos:
- Diseño de asignaturas compartidas entre dos o más departamentos (ej. ingeniería y diseño, salud y comunicación, educación y tecnología).
- Proyectos de aula donde estudiantes deben integrar conocimientos de diferentes áreas para resolver un reto (ej. diseñar una solución para movilidad urbana o sostenibilidad alimentaria).
- Talleres temáticos donde los profesores cofacilitan desde sus disciplinas, trabajando un problema desde múltiples ángulos.
- Participación en laboratorios de innovación, hackatones o clínicas interdisciplinarias con estudiantes de diferentes carreras.
- Experiencias de aprendizaje en campo con comunidades locales donde se integran saberes técnicos y sociales (ej. arquitectura + antropología + trabajo social).
- Evaluación basada en productos finales integradores (prototipos, propuestas de política pública, documentales, campañas o intervenciones).
- Creación de tramos curriculares interdisciplinarios o comunes a varias carreras (por ejemplo, módulos de pensamiento complejo, ética global, ODS o innovación).
- Programas académicos con diseño explícitamente transdisciplinario (ej. Estudios de Futuro, Sustentabilidad, Estudios Globales).
- Políticas institucionales que incentivan la co-docencia, la movilidad horizontal y la colaboración interdepartamental.
- Espacios de innovación curricular, centros de pensamiento o núcleos temáticos donde convergen docentes, estudiantes y actores externos.